domingo, 15 de junio de 2014

Esoterismo y Simbolismo - 2 de 19


R.A. Schwaller de Lubicz

II



HAY EN EL HOMBRE UNA INTELIGENCIA CEREBRAL Y UNA INTELIGENCIA INNATA, LLAMADA “DEL CORAZÓN” QUE RESULTA DE LA FUSION POR IDENTIDAD DE LA NATURALEZA DE LA CAUSA CÓSMICA, CONTENIDA EN SU MATERIALIZACIÓN, CON ESTA MISMA CAUSA EN NOSOTROS.

COMO estamos situados “dualmente” ante la Naturaleza, la juzgamos objetivamente. El “pecado original” es la separación – y, en consecuencia, la oposición – de los aspectos complementarios cuya reunión constituye esta Unidad, así como los colores rojo y verde supuestos forman el “sin color”.

En esta Unidad nuestra inteligencia cerebral no puede discernir nada, de aquí que la inteligencia cerebral no intervenga. Necesita la oposición: nosotros y el objeto, el hombre y la mujer, sí y no, día y noche, luz y sombra. Esta es la ley de todo organismo vivo, un balanceo incesante entre el nacimiento y la muerte, entre crecimiento y decadencia.

Los bastoncillos rojos y los conos de la retina en el ojo interceptan el color verde, neutralizan este color y provocan la reacción complementaria en el nervio óptico, el cual verá el verde por oposición al rojo.

La función cerebral se basa en un principio de cruzamiento: así por ejemplo, la parte derecha del cerebro rige normalmente la parte izquierda del cuerpo. Del mismo modo, una imagen concreta, la visión de un objeto evoca su cualificación o descripción cualitativa y esto se lleva a cabo con elementos abstractos, los cuales resultan a su vez de comparaciones.

A la inversa, a la inteligencia cerebral le es imposible concebir una abstracción sin definirla a través de una imagen concreta. Hay que estar atento para no confundir los momentos de inteligencia cerebral con los momentos de la Inteligencia del Corazón, volveremos sobre ello. Siendo el origen del Universo una misma y única fuente “energética”, hay, debido a esta paternidad, una comunión entre todas las cosas del mundo. Hay un parentesco entre un mineral determinado, un vegetal, un animal y un hombre, que formará entre ellos un lazo de “naturaleza semejante” porque en último término solo hay una serie simple de caracteres básicos de donde, por agrupamientos, nacen innumerables posibilidades, y éstas se clasifican en grandes familias con sus correspondientes subagrupamientos.

A pesar de la diversidad de razas humanas que constituyen una multitud de individuos muy variados, todos los hombres se organizan esencialmente del mismo modo. Una sola cosa les distingue: su nivel de consciencia, del cual deriva su dominio mental, su particular vida psíquica y sexual, por consiguiente, sus afinidades.

El momento variable es, pues, de orden abstracto, pero en sus efectos es perfectamente observable y analizable.

La causa abstracta EN ESTADO DE GÉNESIS: en el esquema humano concreto y aparentemente estable de su constitución orgánica, escapa, por el contrario, al análisis racional. Es evidentemente una suma de experiencias puramente corporales lo que alimenta a esta Génesis, pero existe también una herencia en el individuo y los grupos. Todavía podemos hablar de adaptaciones fisiológicas transmitidas hereditariamente  pero, sin embargo, siempre hay un momento incomprensible, el que impulsa hacia esta Génesis y, en suma, lo que podemos denominar la concentración informe en la semilla que transmite. Ahora bien nuestro origen común no está tan lejos. No nos conduce a la “noche de los tiempos”: está siempre presente porque el hombre se nutre directa o indirectamente de todos los reinos y por eso entra en comunión constante con su particularidad y – por el origen mineral – con la Energía cósmica de donde proviene todo.

Nos es totalmente imposible concebir en el cerebro algo que no pertenezca a la Naturaleza concreta, que no hayamos vivido a través de nuestro devenir corporal. El perro no puede comprender al hombre; puede constatarlo físicamente porque es físico, pero no puede comprenderlo, como tampoco puede comprender el molusco al caballo ni la planta al molusco. Esto es debido a que les falta el órgano cerebral necesario, pero, ¿Qué hace este órgano? La planta que crece hacia lo alto, ¿comprende cerebralmente al cielo? Y, sin embargo, no se equivoca. Hay una inteligencia innata que es precisamente la Naturaleza característica de la Cosa. Y el hombre lleva consigo esta naturaleza innata: el mineral de sus huesos, el vegetal de los tejidos de sus órganos y el animal de la coordinación de sus órganos forman todo su laboratorio de asimilación y de transformación en ser independiente. Se resume con demasiada facilidad esta inteligencia innata con el nombre de “instinto”. No estaría de más saber en qué consiste y de dónde procede.

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