R.A.
Schwaller de Lubicz
II
HAY EN EL HOMBRE UNA INTELIGENCIA CEREBRAL Y UNA
INTELIGENCIA INNATA, LLAMADA “DEL CORAZÓN” QUE RESULTA DE LA FUSION POR IDENTIDAD DE LA NATURALEZA DE LA CAUSA CÓSMICA, CONTENIDA EN SU
MATERIALIZACIÓN, CON ESTA MISMA CAUSA EN NOSOTROS.
COMO estamos situados “dualmente” ante la Naturaleza, la juzgamos
objetivamente. El “pecado original” es la separación – y, en consecuencia, la
oposición – de los aspectos complementarios cuya reunión constituye esta
Unidad, así como los colores rojo y verde supuestos forman el “sin color”.
En esta Unidad nuestra inteligencia cerebral no puede
discernir nada, de aquí que la inteligencia cerebral no intervenga. Necesita la
oposición: nosotros y el objeto, el hombre y la mujer, sí y no, día y noche,
luz y sombra. Esta es la ley de todo organismo vivo, un balanceo incesante
entre el nacimiento y la muerte, entre crecimiento y decadencia.
Los bastoncillos rojos y los conos de la retina en el ojo
interceptan el color verde, neutralizan este color y provocan la reacción
complementaria en el nervio óptico, el cual verá el verde por oposición al
rojo.
La función cerebral se basa en un principio de cruzamiento:
así por ejemplo, la parte derecha del cerebro rige normalmente la parte
izquierda del cuerpo. Del mismo modo, una imagen concreta, la visión de un
objeto evoca su cualificación o descripción cualitativa y esto se lleva a cabo
con elementos abstractos, los cuales resultan a su vez de comparaciones.
A la inversa, a la inteligencia cerebral le es imposible
concebir una abstracción sin definirla a través de una imagen concreta. Hay que
estar atento para no confundir los momentos de inteligencia cerebral con los
momentos de la
Inteligencia del Corazón, volveremos sobre ello. Siendo el
origen del Universo una misma y única fuente “energética”, hay, debido a esta
paternidad, una comunión entre todas las cosas del mundo. Hay un parentesco
entre un mineral determinado, un vegetal, un animal y un hombre, que formará
entre ellos un lazo de “naturaleza semejante” porque en último término solo hay
una serie simple de caracteres básicos de donde, por agrupamientos, nacen
innumerables posibilidades, y éstas se clasifican en grandes familias con sus
correspondientes subagrupamientos.
A pesar de la diversidad de razas humanas que constituyen
una multitud de individuos muy variados, todos los hombres se organizan
esencialmente del mismo modo. Una sola cosa les distingue: su nivel de consciencia,
del cual deriva su dominio mental, su particular vida psíquica y sexual, por
consiguiente, sus afinidades.
El momento variable es, pues, de orden abstracto, pero en
sus efectos es perfectamente observable y analizable.
La causa abstracta EN ESTADO DE GÉNESIS: en el esquema
humano concreto y aparentemente estable de su constitución orgánica, escapa,
por el contrario, al análisis racional. Es evidentemente una suma de
experiencias puramente corporales lo que alimenta a esta Génesis, pero existe
también una herencia en el individuo y los grupos. Todavía podemos hablar de
adaptaciones fisiológicas transmitidas hereditariamente pero, sin embargo, siempre hay un momento
incomprensible, el que impulsa hacia esta Génesis y, en suma, lo que podemos
denominar la concentración informe en
la semilla que transmite. Ahora bien nuestro origen común no está tan lejos. No
nos conduce a la “noche de los tiempos”: está siempre presente porque el hombre
se nutre directa o indirectamente de todos los reinos y por eso entra en
comunión constante con su particularidad y – por el origen mineral – con la Energía cósmica de donde
proviene todo.
Nos es totalmente imposible concebir en el cerebro algo que
no pertenezca a la
Naturaleza concreta, que no hayamos vivido a través de
nuestro devenir corporal. El perro no puede comprender al hombre; puede
constatarlo físicamente porque es físico, pero no puede comprenderlo, como
tampoco puede comprender el molusco al caballo ni la planta al molusco. Esto es
debido a que les falta el órgano cerebral necesario, pero, ¿Qué hace este
órgano? La planta que crece hacia lo alto, ¿comprende cerebralmente al cielo?
Y, sin embargo, no se equivoca. Hay una inteligencia innata que es precisamente
la Naturaleza
característica de la Cosa. Y
el hombre lleva consigo esta naturaleza innata: el mineral de sus huesos, el
vegetal de los tejidos de sus órganos y el animal de la coordinación de sus
órganos forman todo su laboratorio de asimilación y de transformación en ser
independiente. Se resume con demasiada facilidad esta inteligencia innata con
el nombre de “instinto”. No estaría de más saber en qué consiste y de dónde
procede.
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